sábado, 26 de julio de 2008

SINCERIDAD

Vea mamita, yo lo que le tengo es ganas, ganas de sentir esos labiecitos y ese cuerpecito pegadito, libre de cualquier antiadherente, ganas de que juntitos evaporemos el sudor con la fricción, ganas de ver el blanco de esos ojitos mientras la respiración le sale entrecortada como modulando a cuotas. Me da lo mismo que esté arriba o abajo, a mí me importa es el acto, el juego, esa comunicación de babitas y de tacto. Mi meta es presentarle a cada uno de sus poros mis papilas gustativas, hacer un canje de fluidos, así mi piel se quede encarnada en sus uñas en el intento.

No me interesa crear excusas, listar pretextos para conservar las envolturas como si los cuerpos fueran de alquiler, este cuerpo es mío y lo necesito para tocarla, para que lo maneje a mi antojo pero con su imaginación. Y por qué no, para devolverle el favor, repitiendo la faena cuantas veces sea imposible.

Me fastidia ver caras sonrojadas y vergüenzas de baúl, de esas que guardaban las abuelas. Lo que yo busco son pieles libres, desinhibidas. ¿Para qué celar impunemente lo que se va a podrir?, es mejor agotarlo antes de que se vuelva mortecina.

De qué han servido los azotes y el silicio, ¡¿para gozar con el dolor?! Yo prefiero disfrutar a conciencia. Remordimientos de qué, del éxtasis casi letal; es mejor que la inquisición. Algunos se cubren hasta la horquilla y adoran a un melenudo en narizona posando en una cruz. Yo aborrezco las lógicas eclesiásticas o civiles, lo mío es la lógica de los cuerpos, de los dedos como enredaderas y ventosas, de los dientes con yemas, esos dientes que saben acariciar.

Mi idea es desnudarnos como si la ropa nos quemara vorazmente, después dejar las prisas, consumirnos despacio, vello a vello, calcinándonos poco a poco hasta que sólo queden pavesas.

Esto es lo que yo le propongo, sin preámbulos ni protocolos, sin fingir un “la quiero” o un “me hace falta” pero además sin excluirlos. Lo que le ofrezco es separar lo que nos atrajo de lo que podría pasar más tarde, hacerle caso a los instintos y dejar las mentiras para los falsos, esos que hablan de sentimientos mientras salivan por un orgasmo, con una erección en el bolsillo.

Después de ponerlo todo sobre el campo, de librarse de los rodeos, el escudo, el yelmo y la coraza, luego de extender los brazos para ser un blanco fácil, frágil, mortal; él esperó una respuesta y la recibió. Fue un impacto al mentón y una sarta de improperios que lo incitaban a consumirse en las llamas de no sé qué infierno, a respetar a no sé qué tipo de mujeres, a convertirse en no sé qué tipo de persona. Terminado el sermón ella salió llorando para culminar triunfal su papel de mártir. Él se quedó allí con la verdad en los labios y una frase…

“Las mujeres no soportan la sinceridad”.

ELKIN GIOVANNY MORALES RUA
(Otro pato más en este lago de aguas negras)

1 comentario:

Yo dijo...

Estoy de acuerdo con ud, a veces se sufre por ceguera propia; por miedo a que hieran un falso orgullo se prefieren una zarpa de mentiras y engaños, antes que hablar sin tapujos, ni moralismos baratos. Un individuo se ahorra decir cosas que no siente y el otro la desilusión de sentir la mentira.
Y en fin, de cuantos dolores no nos hubiese salvado la sinceridad.